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Gran artista, fotógrafo y pintor, Jacques Henri Lartigue conservó toda la vida la capacidad del asombro y la fascinación por las cosas bonitas, atrapando con su “trampa visual” (así llamaba a su cámara de fotos) la belleza de todo lo que le rodeaba.

Sus fotografías representan la felicidad dentro de una clase alta francesa, pero en vez del rechazo que en un principio podría provocar, son imágenes que despiertan simpatía y nostalgia gracias a la naturalidad y belleza que representan.

Apasionado de congelar el momento, dentro de su colección hay numerosas obras capturando instantes de gran movimiento: saltos, carreras, etc. Supo captar la realidad física de la velocidad y mostrar la emoción que se sentía ante los medios de transporte revolucionarios en aquella época como el coche o el avión.

Innovador en el encuadre que utilizó con gran maestría captando instantáneas a ras de suelo, adaptándose a la velocidad y empleando los elementos arquitectónicos como una forma de atrapar a los protagonistas.

La vida es algo maravilloso que baila, salta, vuela, ríe y pasa.

Biografía de Jacques Henri Lartigue

Infancia y juventud

Jacques-Henri Lartigue nació en Courbevoie, Francia, el 13 de junio de 1894 en el seno de una familia adinerada de la alta burguesía francesa.

Fotógrafo precoz, Jacques Lartigue se introdujo en la fotografía en el año 1900 gracias a su padre. Con 8 años su padre le regaló su primera cámara, momento en el que empieza a registrar sin descanso todo tipo de momentos familiares, vacaciones, o los inventos de su hermano mayor Maurice (apodado Zissou).

Aficionados a los automóviles, a la aviación y a los deportes de moda como esquí, patinaje, tenis o golf, Jacques usó su cámara para documentarlos todos.

Paralelamente a la fotografía, comenzó a llevar un diario y a documentarlo todo para poder reconstruir con mayor precisión cada momento en su memoria.

También se dedicó al mundo de la pintura desde 1915, exhibiendo su trabajo de forma profesional desde 1922 en París y sur de Francia.

Pionero en la fotografía de moda, se lanza con 16 años a fotografiar a las mujeres elegantes que pasan por la avenida del Bois de Boulogne. Las mujeres que retrataba eran jóvenes y hermosas, excluyendo todas aquellas que pudieran mostrar cualquier signo de deformidad o envejecimiento. Solo la belleza de la juventud tenía cabida en su objetivo, fruto también de la angustia de observar el rápido paso del tiempo y de la vida.

En 1911, con 17 años, descubre la fotografía a color, algo que inicialmente le entusiasma pero que después pasa a decepcionarle debido a la degradación del color en poco tiempo por los pobres medios de la época.

Jacques Henri Lartigue, el pionero en congelar el momento

Aunque solemos pensar en Henri Cartier-Bresson como creador del concepto fotográfico del “instante decisivo”, esta acción de presionar el obturador en el momento justo para captar ese momento congelado en el tiempo nace de Jacques Henri Lartigue.

El propio fotógrafo explica que, con tan solo cinco años, abría y cerraba los ojos como si fueran el obturador de una cámara para retener en su mente aquellos momentos felices y divertidos que quería recordar.

De hecho es en 1905, con tan solo 11 años, cuando realiza una de sus fotografías más famosas: Mi prima Bichonnade. 40, Rue Cortambert, París, 1905.

Este estilo fotográfico le acompañará toda su vida, capturando el espíritu de su tiempo, una Francia próspera y adinerada en la que el ocio y el placer eran parte de su esencia.

I Guerra Mundial

En 1914 la I Guerra Mundial provoca un fuerte cambio en su vida. Apartó la fotografía y se dedicó más a la pintura y, aunque hizo fotos de aquella época, no quiso conservarlas: “A veces me han dicho que en mis fotografías no hay momentos trágicos. Pero no los evito, lo que pasa es que no quiero conservarlos, ni siquiera en mi memoria, porque duelen. Durante la guerra y la liberación de París sí que tomé alguna foto un poco trágica, pero fueron muy pocas”.

Jacques siguió viviendo dentro de la alta sociedad francesa hasta principios de la década de 1930, cuando el declive de la fortuna familiar le obligó a buscar otras fuentes de ingresos.

Pero siempre se negó a renunciar a su libertad, nunca quiso un trabajo estable. Eso le llevó a malvivir de su pintura durante las décadas de 1930 y 1940.

En la década de 1950, mientras seguía con su carrera de pintor, comenzó a recibir cierto reconocimiento como fotógrafo.

Exposición el MoMA y reconocimiento al gran trabajo de Jacques Henri Lartigue

Año 1962, casualidades de la vida, benditas casualidades. Lartigue iba con Florette, su tercera esposa, navegando en un buque de carga a Los Ángeles. Su mujer decidió llevar consigo muchas fotografías para ordenarlas.

En una escala en Nueva York se encontraron con Charles Rado, fundador de la agencia de fotografía Rapho. Florette le enseñó las fotografías y este quedó tan sorprendido que le presentó a John Szarkowski, el nuevo director del departamento de fotografía del Museo de Arte Moderno. Szarkowski quedó también tan impresionado que al año siguiente organizó la primera exposición de la obra de Lartigue.

El MoMa expuso sus fotos del 1 de julio al 3 de noviembre de aquel año 1963 y los amantes del arte pudieron conocer su obra.

El conservador de fotografía del MoMa de aquella época, John Swarkowski, invitó al famoso fotógrafo de moda Richard Avedon, que entonces tenía 40 años, a ver la exposición. «Fue una de las experiencias más conmovedoras de mi vida», reconoció Avedon, que le dijo a Lartigue: «Usted me trasladó a su mundo. ¿Acaso no es ése, al fin y al cabo, el propósito del arte?».

Pero el gran éxito general no le llegaría hasta apenas tres semanas después de acabar aquella exposición: concretamente el 29 de noviembre de 1963, gracias a un reportaje de 12 páginas que le dedicó la revista LIFE. La edición de aquel día no era una edición cualquiera: apenas siete días antes, el 22 de noviembre, habían asesinado a Kennedy y el presidente protagonizaba la portada de aquel número que fue comprado por millones de personas, que en su interior descubrieron aquel tesoro fotográfico.

Esas 12 páginas recogían fotografías del París de principios de siglo tomadas por “un chico francés llamado Jacques-Henri Lartigue”, como lo presentaban en el texto que abría el reportaje.

En 1975 se llevó a cabo una retrospectiva de las fotografías de Lartigue en el museo de artes decorativas de París, el Musée des Arts Décoratifs, un año después de que el presidente francés, Valéry Giscard d’Estaing, le pidiera que tomara su retrato oficial.

En 1979, Lartigue firmó un acta donando toda su producción fotográfica al gobierno francés, el primer fotógrafo francés vivo en hacerlo; y encargó a la Association des Amis de Jacques Henri Lartigue que conservara y promocionara su obra.

En 1980 se mostró en el Grand Palais de París su exposición “Bonjour Monsieur Lartigue”.

Continuó fotografiando, pintando y escribiendo hasta su muerte en Niza el 12 de septiembre de 1986, a la edad de 92 años, y dejó más de 100.000 fotografías, 7.000 páginas de diario y 1.500 pinturas.

Jacques Henri Lartigue nunca abandonó su mirada feliz: ”Me gustan los pequeños accidentes de la vida. Suceden deprisa, pero las fotografías están ahí para capturarlos. Soy como ese niño que se ríe cuando alguien resbala con una piel de plátano y se cae. Soy un niño incorregible”.

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