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Anna Atkins es, probablemente, la primera fotógrafa de la historia.

 

Y la primera persona, hombre o mujer, en crear un libro ilustrado con fotografías y también una de las primeras científicas sobresalientes en el campo de la botánica.

 

Se trata de una letrada inglesa que desafió los roles de género hace ya 224 años, alguien que fue olvidada por demasiado tiempo y que sólo hoy, en las décadas recientes, ha obtenido su tan merecido reconocimiento.

 

Para la fotografía y la botánica vivió la pionera Anna Atkins, una científica y artista cuya legendaria obra no sólo es un punto de inflexión en la historia de la fotografía, sino también en el campo de la ciencia y la ilustración científica.

 

Estuvo en los albores de la fotografía experimentando con precisión y apasionada curiosidad con ese nuevo medio tecnológico que sería una nueva forma de arte. Es, sin lugar a dudas, una auténtica revolucionaria.

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Biografía de Anna Atkins

Entre la ciencia y el arte

 

Anna Children nació el 16 de marzo de 1799 en Tonbridge, Inglaterra. Su madre falleció poco después por complicaciones del parto, por lo que fue criada por su padre, un aclamado zoólogo y químico llamado John George Children.

Miembro de la Royal Society y presidente de la Royal Entomological Society, su erudito padre era cercano a las mentes británicas más brillantes, y fue inauditamente liberal para la época, ya que instruyó a su hija en todo tipo de saberes científicos y artísticos.

Su privilegiada educación en casa, que recibió desde la primera infancia, era como una fantasía para la gran mayoría de mujeres de la sociedad británica e internacional.

Hay que comprender que, en esta etapa histórica, no se permitían estudios universitarios para las mujeres. Sin embargo, el ejercicio de la botánica, y en especial de las ilustraciones, se consideraban un “pasatiempo tolerable” para las mujeres de la clase alta.

Con el tiempo Anna se convertiría en una estupenda dibujante e ilustradora detallista.

Ya con 24 años Anna se enamoró de la botánica e hizo su primera contribución a tal ciencia al realizar los grabados de conchas para el libro de su padre “Genera of Shells de Lamarck”.

Pronto pasaría a llamarse Anna Atkins tras casarse con John Pelly Atkins en 1825.

Por su experticia en la botánica y en especial en el mundo de las algas marinas, Anna Atkins fue aceptada como miembro de la Sociedad Botánica de Londres en 1838, existente aún hoy como la Botanical Society of Britain and Ireland.

 

Tanto su padre como su marido eran cercanos al inventor Henry Fox Talbot, quien fue uno de los padres de la fotografía al ser de los primeros en desarrollar métodos para capturarlas.

 

En 1841 este científico ideó su proceso fotográfico más exitoso, el calotipo, que sería una versión mejorada de sus métodos anteriores.

 

Atkins y su padre experimentaron juntos con el nuevo medio, así la científica tuvo su primer encuentro con la fotografía, siendo asesorada directamente por el propio Talbot. Fue entonces cuando John Children le regaló una cámara a su hija y así se cree que se convertiría en la primera mujer en tomar una fotografía.

 

Talbot a su vez era cercano a John Herschel, un matemático y astrónomo que pasaría a la historia por ser el inventor de la cianotipia o fotografía de cianotipos.

 

En cuanto la creó en 1842, Anna Atkins fue una de las primeras personas en utilizar esta tecnología y probablemente la única persona en general que la usó con un propósito mutuamente científico y artístico.

 

Así, a sus cuarenta años inicia el titánico trabajo por el cual pasaría a la historia.

Anna Atkins retrato

Pero… ¿Qué es la cianotipia?

 

La cianotipia, igualmente conocida como blueprinting o impresión solar, permite crear fotografías sin cámara con un compuesto químico fotosensible que une dos sales de hierro (a menudo citrato de amonio y ferricianuro de potasio) que se pincelan sobre un papel.

Luego se expone a la luz ultravioleta y después se lava con agua corriente. Así, el resultado es una fotografía de tonalidad azul.

En el caso de Atkins, ella colocaba las plantas sobre el papel fotosensible, las comprimía con un rectángulo de vidrio y las exponía al sol durante más de quince minutos.

Tras ello retiraba la planta, lavaba con agua, y era entonces que la imagen se fijaba con las áreas cubiertas por la planta quedando como un negativo blanco detallado, mientras que el resto se transformaba en un fondo azul de Prussia.

Anna Atkins se fascinó por la cianotipia en cuanto la conoció porque, a diferencia de otros procesos fotográficos, era un método más sencillo y económico. No estaba patentado y no se necesitaba plata, que era un material frecuente en el proceso fotográfico de su momento.

De hecho, entre 1870 a 1890, la cianotipia fue popular entre universitarios curiosos, de modo que las fotos con este proceso que todavía se conservan suelen ser de carácter amateur y casero.

En el otro extremo, la cianotipia se usaría para arquitectura e ingeniería, y de hecho, los primeros planos y modelos se hicieron con este proceso, de ahí su fuerte tono azul y que se les conozca como blueprint (impresión azul) o en tiempos recientes, como ‘anteproyectos’.

En este contexto Atkins aprovecharía antes que nadie el potencial de la tecnología, al permitirle el registro de su trabajo científico con mayor precisión que con los grabados.

“British Algae”: la magnum opus de Anna Atkins

 

A lo largo de su vida, Atkins recolectó múltiples especímenes de plantas y en especial de algas, muchas de las cuales consiguió gracias a su contacto con las sociedades científicas.

 

Cuando en 1841 va iniciando sus experimentos fotográficos, empieza al año siguiente a autopublicar en fascículos “Photographs of British Algae: Cyanotype Impressions“, realizando un total de tres volúmenes entre 1842 a 1853, tras la muerte de su padre.

 

Su propósito era crear un recopilatorio de reproducciones precisas de algas para usarlas como imágenes de guía en el estudio científico.

 

Y pretendía complementar al libro sin ilustraciones “Manual of British Algae” de William Harvey, pero Atkins terminó desarrollando su obra como una investigación independiente.

 

Pese a ser de carácter limitado, artesanal y no comercial, su libro se considera el primero en incluir fotogramas o fotografías y asimismo el primer libro completamente ilustrado con fotografías.

 

En su momento se pensó que el primer libro ilustrado con fotografías era “The Pencil of Nature” de William Henry Fox Talbot, publicado en 1844, ya que fue el primer libro (comercializado) con fotografías.

 

Durante las décadas de 1840 y 1860, Anna Atkins y el propio inventor del cianotipo, John Herschel, fueron de las pocas personas en usar esta tecnología, sobre todo porque en sus primeras versiones era inadecuada para retratos.

 

British Algae” fue un libro autopublicado que involucró un trabajo titánico, ya que Atkins escribió a mano todo el texto e hizo todas las impresiones por su cuenta. Además, como los cianotipos parten de un negativo, cada fotograma era único e hizo copias de cada uno.

 

Es por este motivo que sólo logró completar tres volúmenes en más de una década. En total, documentó más de 400 plantas e imprimió más de 6000 cianotipos, en ocasiones sólo con la ayuda de Anne Dixon.

 

Distribuyó el libro entre sus amistades, entre quienes estaba el propio John Herschel y Henry Fox Talbot e incluso la Royal Society, a cada quien con indicaciones para su encuadernado, razón por lo que varias de las copias sobrevivientes resultan algo diferentes entre sí.

 

Por desgracia, hubo poco reconocimiento para Atkins más allá de la escena local, y su motivación para continuar con las publicaciones estaba, precisamente, en obtener visibilidad.

 

Después de todo, Atkins comprendió que un libro a modo de portfolio era una buena idea para presumir en sus círculos de amistades y en reuniones científicas.

 

Entre 1853 y 1854 lanza “Cyanotypes of British and Foreign Flowering Plants and Ferns“, una presentación de cianotipos dividida en dos partes, co-creada junto a su mejor amiga Anne Dixon.

 

Anna Atkins también demostró por tales fechas su faceta artística menos conocida, al publicar dos novelas “The Colonel” y “The Perils of Fashion” y escribir las memorias de su padre.

 

Jamás tuvo hijos y al llegar a sus 66 años donó sus herbarios al Museo Británico. Continuó con sus pasiones hasta el final de su vida en 1871, con 72 años.

 

Su estatus de eminencia fue algo celebrado durante sus últimas décadas de vida, pero tras su muerte su legado fue ignorado, casi borrado de la historia.

 

La principal razón por la que el trabajo de Atkins fue olvidado, obviando la agresiva misoginia e invisibilización de la mujer de aquellos tiempos, es que, por absurdo que suene, sus siglas (con las que solía firmar toda su obra) se confundieron con “Autor aficionado”.

La revolución del legado artístico de Anna Atkins

 

Para comprender mejor qué preocupaba a Atkins para empezar su trabajo, basta con citar sus propias palabras:

 

“La dificultad de hacer dibujos precisos de objetos tan diminutos como muchas de las algas y la conferva, me ha instigado a valerme del bello proceso del cianotipo de Sir. John Herschel, para obtener impresiones de las plantas mismas, que tengo mucho placer en ofrecer a mis amigos botánicos.”

 

Cuando ella empezó a hacer cianotipos, la fotografía era todavía un fenómeno completamente nuevo cuyo potencial era todavía incierto e ilimitado, y lo continuó siendo incluso décadas después de su fallecimiento.

 

Antes de Atkins, la ilustración científica estaba reglada al grabado y la xilografía y con su legado esto cambia para siempre.

 

Tras su obra se empezaría a usar la cianotipia para los planos arquitectónicos y para retratos familiares a finales del siglo XXI, así como para la ilustración científica, sobre todo cómo no, en el campo de la botánica.

 

Aunque en un primer momento Atkins usó la fotografía con fines científicos, nunca dejó de lado el cuidado estético de las imágenes, y de hecho, conforme fue avanzando en su obra se hizo más habilidosa y detallista en la composición artística.

 

Las fotografías de Anna Atkins demuestran una evidente conciencia y preocupación por la composición estética del fotograma en forma y textura, siguiendo patrones minimalistas y limpios, exponiendo las plantas en poses finas y elegantes.

 

Es más que factible imaginar que estaba siguiendo algunas reglas de composición de la pintura, diversas reglas que son las mismas que pueden aplicarse hasta el día de hoy a la fotografía, como la regla de los tercios o las leyes de la simetría, enfoque y proporción.

 

También superpuso los especímenes con otros objetos, como encajes y plumas. Demostró ser meticulosa y detallista al conocer el tiempo exacto de exposición al sol. Además, se aseguró de usar el papel de la mayor calidad posible para sus obras, por lo que poco sorprende que aún hoy se mantengan en buenas condiciones varios de sus libros.

 

Es innegable que el trabajo de Atkins fue complejo e innovador.

 

Complejo porque, claramente, demandaba mucha paciencia, dedicación y un nivel inaudito de conocimientos técnicos de la botánica y saberes para un buen ojo artístico.

 

E innovador porque nadie antes había usado la fotografía con un fin científico, ni mucho menos mezclándolo con un sentido estético.

 

En esta primera etapa de la fotografía, en su estado más primitivo, se le veía como una curiosidad tecnológica para las clases privilegiadas. El foco estaba en crear nuevas tecnologías para dar con una fotografía más clara y definida, pero sólo unas pocas personas estaban buscando hacer arte con el medio.

Las otras pioneras fotógrafas olvidadas

 

Anna Atkins no estuvo sola. Al margen de ella hubo tres fotógrafas contemporáneas de Gran Bretaña haciendo historia:

 

Julia Margaret Cameron, una de las primeras retratistas de la historia, y quizá la primera en experimentar con el arte del retrato, ya que gustaba recrear mitos y etapas históricas. Irónicamente, su obra a menudo fue menospreciada.

 

Constance Talbot, quien fue una artista que también experimentó con la fotografía y se cree que fue la primera mujer en tomar una fotografía. Era la esposa de Henry Fox Talbot.

 

Es imposible saber si fue Anna o Constance quien usó la cámara por primera vez.

De lo que no hay duda es que Anna Atkins fue la primera fotógrafa botánica de Gran Bretaña.

 

Mientras, la alemana Bertha Wehnert-Beckmann (1815–1901) es considerada la primera fotógrafa profesional, y la también británica Mary Dillwyn (1816–1906) así como la estadounidense Bertha Evelyn Jaques (1863-1941) también fueron mujeres contemporáneas a Atkins que experimentaron con los cianotipos.

Reconocimientos, libros y legado de Anna Atkins

 

Hoy sólo existen entre 15 a 20 copias de “British Algae” y se cree que sólo el Instituto Royal Society en Londres contiene la versión íntegra de 403 páginas con 389 láminas que acumulan 400 especies de algas en imágenes que las muestran en varias poses y estados.

 

Otros institutos con copias del libro son el Met Museum de Nueva York, la Sociedad Linneana y la British Library of Printing en Londres.

 

El Museo Metropolitano de Arte y la Biblioteca Británica también exhiben su obra en un estado bastante conservado.

 

Los más de 250 dibujos de conchas científicamente precisos que hizo Anna Atkins para “Genera of Shells de Lamarck” se conservan en el Museo de Historia Natural del Reino Unido.

 

Durante la exposición de 2010-2011 Pictures by Women: A History of Modern Photography del Museum of Modern Art se expuso el trabajo de Atkins junto a otras fotógrafas.

 

Y a propósito de los 216 años de su nacimiento Google le dedicó un doodle el 16 de marzo de 2015.

 

Así, poco a poco y sobre todo durante la década anterior, la figura de Anna Atkins al fin fue reconocida.

 

Por motivos obvios, no está al alcance de cualquiera obtener una copia de British Algae, pero en el mercado se pueden encontrar sus novelas y dos geniales libros sobre su obra, aunque sólo en inglés:

 

Sun Gardens: Cyanotypes“, 2018: La editorial Prestel publicó este libro bastante completo sobre Anna Atkins y su trabajo.

 

The Bluest of Blues: Anna Atkins and the First Book of Photographs“, 2019: Un hermoso libro infantil ilustrado que recorre la vida y obra de Atkins de una forma fresca y distintiva.

 

Durante su prolífica trayectoria Anna Atkins observó como nadie el potencial inimaginable de la fotografía como un nuevo medio para crear arte y para facilitar la investigación científica, y actuó en consecuencia. A través de sus bellos y sencillos cianotipos, fue la primera persona en dar el paso en el camino a una nueva etapa de la ilustración científica.

Anna Atkins retrato

No te pierdas…

 

  • The Forgotten Story of Anna Atkins – Google Art & Culture

https://artsandculture.google.com/story/the-forgotten-story-of-anna-atkins/lQLScKOCxpGpLg

  • La primera fotografía de la historia

https://fotonistas.com/fotopedia/1825-1850-los-origenes/la-primera-fotografia-de-la-historia/

Preguntas frecuentes

¿Qué es un fotograma?

Un fotograma es un tipo de fotografía que no necesita cámara, algo frecuente en los inicios del medio. En vídeo, se entiende por fotograma a cualquier imagen fija que compone una imagen en movimiento completa.

¿Quién rescató el legado de Anna Atkins?

El coleccionista William Lang Jr difundió el trabajo de Atkins hasta su fallecimiento en 1913. Sólo 67 años después se redescubre a la fotógrafa gracias al historiador Larry Schaff, que colaboró en el libro de 1985 “Sun Gardens: Victorian Photograms”, ya fuera de circulación.

Hablando de conocer la vida de los fotógrafos que han hecho historia…

¿Sabes que mirar sus fotografías es la mejor manera de que las tuyas tengan alguna posibilidad de hacer historia también?

 

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