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Un niño sudanés desnudo cae al suelo y un buitre está cerca de él.

¿Te suena?

Es una de las fotografías más duras, controvertidas y comentadas de la historia, y se conoce popularmente como “El buitre y la niña” o “Struggling girl”, porque en su momento se creía que era una niña.

Data de 1993 y fue tomada por el fotógrafo sudafricano Kevin Carter, miembro del Bang-Bang Club, un improvisado cuarteto de fotógrafos unidos por la necesidad de cubrir y mostrar al mundo el clima de extrema violencia de Sudáfrica en los últimos días del apartheid, entre 1990 y 1994.

La historia de Kevin Carter y los tres otros fotógrafos que conformaban tal agrupación, Ken Oosterbroek, Greg Marinovich y João Silva, es impresionante como pocas.

Terror, compasión, dilemas éticos y, ante todo, grandes riesgos e injusticia por doquier.

Así se puede definir el Bang-Bang Club.

No cambiamos el mundo con imágenes, pero intentamos informar al mundo. Y si se puede cambiar una opinión, algo se ha hecho.

João Silva, fotógrafo portugués y miembro del Bang-Bang Club

El nacimiento del Bang Bang Club

Kevin Carter (1960–1994), Ken Oosterbroek (1962–1994) y Greg Marinovich (1962–) nacieron en Sudáfrica, pertenecientes a familias blancas de clase media, mientras que João Silva nació en Lisboa, Portugal, un 9 de agosto de 1966, siendo así el más joven del grupo, el único extranjero y el único miembro aún activo hasta el día de hoy.

João Silva vivió en Sudáfrica a partir de sus nueve años y tuvo su primer contacto con la fotografía a través de un amigo suyo que estudiaba diseño gráfico.

En 1989 empezó a fotografiar la vida diaria y la creciente ola de violencia generada entre partidistas del apartheid y opositores. Un año después fue descubierto por Ken Oosterbroek, quien era entonces jefe de fotografía en el periódico sudafricano The Star.

Oosterbroek llevaba desde 1985 en el negocio, junto a Carter (a quien se le consideraba el más sensible e inestable de los tres), y en 1989 ya había obtenido su primer gran mérito al obtener el Premio Ilford como Fotógrafo de Prensa Sudafricano del Año. Por aquellos días era ya el mejor amigo de Kevin Carter.

Entre tanto, Greg Marinovich era un aficionado que buscaba ingresos extra con la fotografía, pero sus imágenes, que también documentaron la violencia, llamaron la atención del trío.

A lo tonto y sin buscarlo, el cuarteto nació por haberse especializado en fotorreportajes sumamente brutales e incluso peligrosos, y vendían las fotos a distintos medios locales e internacionales.

Carter y Oosterbroek crecieron en The Star durante un lustro, son ellos quienes enseñaron sobre fotografía a Marinovich y Silva. Así fue como todos se conocieron.

The Bang Bang Club

El origen del nombre Bang-Bang Club

 

 

Todo empezó cuando una ya inexistente revista sudafricana llamada Living les bautizó como The Bang Bang Paparazzi, pero los miembros llamaron a los editores para cambiarlo a Bang-Bang Club (Paparazzi suena cínico, pensaron) aunque tampoco era un club real.

De hecho, los cuatro nunca estuvieron juntos a la hora de retratar un evento, y el nombre Bang Bang Club era una etiqueta amplia para referirse a los profesionales en general que se arriesgaban mostrando al mundo la crisis sudafricana.

Claro está, al final el nombre terminó usándose sólo para referirse a los fotógrafos más destacados, a saber, Carter, Oosterbroek y compañía.

Y es que ya desde el nombre se vislumbra la idiosincrasia de su labor: Bang-Bang por el sonido de los disparos de las armas y la consecuente rapidez con la que debían actuar en varias ocasiones para salvar sus vidas.

Que todos fueran blancos era un factor que les diferenciaba de los periodistas y fotógrafos negros, ya que con frecuencia los profesionales racializados eran encarcelados. Eso sí, poseían la ventaja de poder comunicarse mejor debido al dominio de varias lenguas sudafricanas que los blancos solían desconocer.

En todo caso, el cuarteto supo usar su condición privilegiada para dar con imágenes que los profesionales negros apenas podían permitirse.

Con regularidad trabajaban en pareja: Kevin Carter con Ken Oosterbroek, João Silva con Greg Marinovich, o Silva con Carter, y así sucesivamente.

Kevin Carter y Ken Oosterbroek fallecieron hace casi treinta años, Greg Marinovich se retiró hace 23 años y João Silva lleva una década con menor actividad fotográfica, aunque no hay indicios de retiro hasta nuevo aviso.

 

 

El trabajo del Bang-Bang Club y su impacto en el mundo

 

Kevin Carter y sus compañeros observaron el infierno en la tierra.

Asesinatos, torturas y masacres de civiles y militantes armados.

Son escenas que se desarrollaron mayormente en las peleas entre el partido derechista Libertad Inkatha (IFP) y el partido de centroizquierda anti-apartheid Congreso Nacional Africano (ANC).

Era un contexto peliagudo.

La transición hacia la democracia fue para Sudáfrica un baño de sangre, y ante tal escenario la fotografía del cuarteto no quiso disimular la realidad de ninguna manera.

Las fotos del club son llamativas e impactantes porque son sumamente directas.

Son enfocadas a la perfección, a color realista, nítidas y cercanas.

No son el tipo de imágenes de las que podamos sacar un gran análisis artístico.

Están hechas por un afán muy claro: la visibilización y la denuncia, la constancia de que estas terribles circunstancias estaban sucediendo.

El trabajo del Bang-Bang Club terminó en Sudáfrica sólo para Ken, pues Carter logró ir a Sudán, al tanto que Silva y Marinovich viajaron a una docena de países a partir de 1994.

João Silva

 

 

Como ya hemos comentado, João Silva continuó retratando conflictos en toda África y Medio Oriente hasta 2010, año en el que perdió sus piernas al pisar una mina terrestre en Afganistán.

Ha colaborado con Reuters, Associated Press y, sobre todo, para The New York Times (medio donde todavía ejerce su profesión). De hecho, NYT financió todo su tratamiento médico.

Ganó tres distinciones del World Press Photo en 1992, 2006 y 2007.

Su actividad actual no cubre escenarios de guerra directamente, pero sigue especializado en visibilizar la crisis en cualquiera de sus formas.

El trabajo más reciente de Silva fue retratar a refugiados sudaneses este pasado septiembre.

Galería de fotos de João Silva

https://www.czechphoto.org/program-details/939-80/jo-o-silva-presentation-of-photography-legend/

Greg Marinovich

 

 

Greg Marinovich continuó la década de los noventa viajando a zonas en conflicto de la ex Yugoslavia, Hungría, Angola, Mozambique, Ruanda y Somalia. Fue herido cuatro veces en Sudáfrica y Afganistán.

Su estilo fotográfico es el más amplio y artístico del grupo, y algunas de sus fotografías más importantes destacan por su gran e interesante estética, a pesar de que sean de situaciones límite.

Por ejemplo, ganó el Pulitzer en 1991 por una increíble fotografía de un hombre en llamas.

Marinovich se sintió ambivalente al respecto porque intentó frenar la situación, pero las personas que estaban por prender fuego a la víctima se limitaron a recalcar que de todas maneras lo iban a hacer.

Marinovich también fue amenazado con cuchillos si continuaba frenando la situación. Reconoció que, de todas maneras, sentía orgullo por haber recibido el reputado galardón.

Finalmente, se retiró en el 2000.

Galería de fotos de Greg Marinovich
https://gregmarinovich.photoshelter.com/archive

Kevin Carter

 

 

Kevin Carter estaba activo desde 1984 y se había iniciado en la fotografía deportiva. Era el más experimentado y el mayor de los otros tres.

Fue el primer fotógrafo en retratar un necklacing, una forma de ejecución pública en la que a la víctima se le rodea con un neumático, se le rocía con gasolina y se le prende fuego.

Era un tipo de linchamiento terriblemente frecuente en Sudáfrica.

Carter pretendía iniciar una nueva etapa en su carrera como fotógrafo de guerra al viajar junto a Silva a Sudán en 1994, en colaboración con una misión humanitaria de la ONU.

Ambos serían responsables de fotografiar a las víctimas de la visceral hambruna artificial (provocada deliberadamente por el régimen sudanés) que azotaba esa nación.

Hasta entonces, las organizaciones humanitarias tenían serias dificultades para conseguir financiación, y ningún periodista tenía permitido entrar a las zonas. Fuerzas rebeldes al régimen posibilitaron que eso cambiara, aunque fuera por cuestión de horas.

La idea era llamar la atención hacia una problemática silenciada, crear presión política y obtener fondos. Y se logró, gracias a profesionales como Carter y Silva.
Pero a diferencia de Silva y Marinovich, es muy poca la obra de Carter en Internet, y a menudo se le atribuyen imágenes que en realidad no son suyas.

Esto pasa porque, —y aplica lo mismo con Oosterbroek—, falleció en 1994 y, por lo tanto, su portfolio no ha sido recuperado, ni mucho menos digitalizado en su totalidad, salvo honrosas excepciones.

Algunas de las imágenes erróneamente atribuidas a Carter incluyen fotos de Raghu Rai del desastre de Bhopal, la cobertura de James Nachtwey en Sudán (en el mismo año de Carter y Silva), una histórica y terrible foto de Don McCullin de un menor nigeriano desnutrido, así como una foto más con otro menor sudanés en 1998; realizada por Tom Stoddart, a quien se le acusó de insensible por la naturaleza de su retrato, como se hizo con Carter en 1994.

Perfil de Kevin Carter en Getty Images https://www.gettyimages.com/sets/xaYpPIV1rki84ky1mg-0qg/photographer-profile:-kevin-carter

Ken Oosterbroek

 

 

Ken Oosterbroek ganó un World Press Photo en 1992 y sería nominado en tres ocasiones al Fotógrafo de Prensa Sudafricano del Año. Era el jefe del departamento de fotografía en The Star.

Pese a su relevancia (y que, en cierto modo, era el artista más longevo) no sobrevive casi ninguna fotografía de su autoría.

Sería asesinado a tiros en abril de 1994 mientras cubría un enfrentamiento entre miembros del IFP y ANC.

Le acompañaba Silva, que tomó fotos del suceso, y un herido Marinovich, quienes le vieron morir en el acto.

Oosterbroek era un gran amigo para Kevin Carter, que fallecería meses después en el mismo año.

Del grupo, la historia de Kevin Carter es la más desgarradora y no se puede hablar del Bang Bang Club sin repasar su vida y la historia de su imagen más conocida.

Así que vamos a ello.

Kevic Carter - La niña y el buitre - The Bang Bang Club

Kevin Carter: El fotógrafo que vio el horror demasiado cerca… Y se le culpó por eso

 

Una imagen con una carga simbólica brutal: Es como si el ave fuera un presagio de la muerte del menor. Se cumple la regla de los tercios y los colores se complementan muy bien. Es la máxima del Bang-Bang Club en la práctica: Directo, simple, y efectivo.

Un año después la fotografía fue vendida al New York Times, que tras una avalancha de preguntas de la audiencia sobre el paradero del menor, tuvieron que exponer una nota semanas después en la que aclaraban que el buitre fue ahuyentado.

Sin embargo, se desconocía si el menor había llegado al centro de asistencia.

Carter ganaría el Pulitzer por la imagen y afirmó que estuvo unos minutos esperando a que el buitre abriera las alas, para dar con un retrato más interesante. No pasó. Tras fotografiar al menor, fumó, rezó y se dirigió, visiblemente conmovido por la escena, a Silva.

Casi de inmediato, la opinión pública se volcó en contra del fotógrafo.

 

¿Por qué no ayudó?

 

Aún hoy se juzga a Kevin Carter por el aparente cinismo e insensibilidad de su trabajo.

Se le acusó de ser el verdadero buitre de la escena, e incluso figuras públicas, como el influencer y comentarista político Diego Ruzzarin y el presidente de Kenia William Ruto, le han tildado de cínico y como un ejemplo de “inhumanidad”.

En realidad, ese juicio es muy ignorante e injusto.

Cuatro meses después de ganar el Pulitzer por la foto, Carter se suicidó.

En contra de lo que sentencia el mito popular, su suicidio no fue por sentir culpa de no haber ayudado al menor.

No murió porque le torturara esa imagen en particular, sino todas las terribles injusticias que vio en su frenética carrera y la mezcla explosiva de sus propios (grandes) problemas personales y económicos.

El peso de la condena social debió ser un añadido insoportable.

 

Aclaremos su contexto.

 

En primer lugar, el suicidio no es un fenómeno que funcione así.

El suicidio suele responder a múltiples factores y Kevin Carter no es la excepción.

En su corta carrera Carter observó al rojo vivo torturas, hambrunas brutales y muertes horrendas en contextos desoladores.

Y ante tal nivel de desgracia, Kevin Carter consumía muchas drogas y alcohol.

 

Recordemos que en aquel 1994, mientras recibía su Pulitzer, uno de sus mayores amigos y compañero, Ken Oosterbroek, fue asesinado mientras cubría un conflicto. Carter expresaba que debía haber muerto él en lugar de Oosterbroek, y no se perdonó eso.

En el mismo año, su entonces pareja le dejaba tras verle cada vez más errático, depresivo e inestable.

De por sí, Carter siempre era depresivo, y se creía que tenía bipolaridad. En general, se le notaba más emocionado que los otros fotógrafos a la hora de trabajar.

Ahora sumemos el escarnio público inmerecido, pues él sólo estaba informando de una situación, y de no ser por su foto, tal vez nunca habríamos conocido esa realidad.

En sus últimos meses de vida solía perder los negativos y las agencias estaban rechazando su nuevo trabajo como fotógrafo de naturaleza.

En una ocasión, por ejemplo, conducía ebrio cuando chocó contra una casa, lo que le valió fuertes reprimendas en Reuters.

Por si fuera poco, había sido contratado para fotografiar la primera visita de Nelson Mandela a Mozambique.

Perdió las fotos en el avión.

Y eso no es todo.

Al tiempo que empeoraba su depresión, drogadicciones y sobrellevaba dos duelos, se quedó sin dinero, porque apenas estaba trabajando.

Cambió la fotografía de naturaleza e intentó fotografiar otros conflictos, pero apenas tenía fuerzas para concentrarse.

Estaba quebrado, hundido, roto.

Su nota de suicidio dice:

Estoy deprimido […] sin teléfono […] dinero para el alquiler […] dinero para la manutención de los hijos […] dinero para las deudas […] ¡¡¡Dinero!!! […] Estoy atormentado por los recuerdos vívidos de los asesinatos, los cadáveres, la ira y el dolor […] del morir de hambre o los niños heridos, de los locos del gatillo fácil, a menudo de la policía, de los asesinos verdugos […] He ido a unirme con Ken, si tengo suerte.

 

Tenía 33 años cuando se quitó la vida.

Dicho eso, nos toca analizar su foto más famosa.

Te adelantamos algo: el niño nunca corrió peligro y no existía manera de ayudarlo.

La historia detrás del buitre y el bebé

 

La foto del buitre y el niño fue tomada en la localidad de Ayod con un teleobjetivo, razón por la que el ave parece cercana al menor cuando en realidad estaba muchísimo más lejos. Es la compresión de planos.

Un buitre jamás hubiera se comido al niño porque se trata de un ave de presa y no se comportan así. El ave no era un peligro y en todo caso lo mantuvo al margen.

Se cree que, más bien, al buitre le interesaba el excremento del niño, pues estaba defecando.

Ese niño, de tres años, estaba a escasos metros de un centro de las Naciones Unidas y sus padres le acogieron poco después de que Carter se fuera.

Si nos fijamos bien, podemos verle un brazalete que indica que tenía desnutrición severa.

Sí sobrevivió.

Pero sólo vivió hasta los catorce años, víctima de la fiebre.

Volvamos a 1993.

João Silva fotografiaba un hospital cercano y los sudaneses adultos dejaron a sus niños solos entre sí, ya que estaba llegando un camión con ayuda humanitaria.

Ambos tenían un permiso muy limitado para retratar la escena y sólo estuvieron unas horas en Sudán. Eran los primeros fotógrafos en pisar tal territorio.

Cuando Carter tomó la foto, corría con prisa para subirse a un avión. Debía irse. Por eso tomó la foto y se fue. Representaba un peligro quedarse.

Ante este contexto, en realidad ¿qué iba a hacer?

Los padres estaban cerca, aunque ni él lo sabía.

The New York Times le compró la imagen.
Y más allá del prestigioso premio, jamás se enriqueció con el retrato.
Al momento de su muerte, ni siquiera tenía dinero.

Quizá el destino del fotógrafo habría sido diferente si hubiera recibido un porcentaje de las ganancias que se obtuvieron por la repercusión sin precedentes de su foto.

Sea como fuere, su fotografía dio la vuelta al mundo e hizo que Sudán recibiera mucho más dinero en ayuda humanitaria.

Sólo a mediados de 2011 se supo que el menor era un niño llamado Kong Nyong, gracias a un reportaje de El Mundo. El columnista José M. Arenzana explica mejor la situación de Carter en aquel 1993-1994 en esta otra nota de El Mundo.

Debemos comprender que sin la susodicha foto el histórico reportaje del New York Times no habría llamado tanto la atención.

Le debemos a esta terrible imagen el interés occidental en la hambruna de Sudán, que aún hoy amenaza a ese país.

En resumen:

● El menor no corría peligro por el buitre
● Como él, existían cientos más
● Existía la advertencia de no interactuar con ningún menor y adultos afectados por el hambre, por el temor a enfermedades
● Las fuerzas rebeldes garantizaban la seguridad de los periodistas por tiempo muy limitado

Una curiosidad:
La banda de rock Manic Street Preachers le dedicó esta canción.
Sea como fuere, es indudable que su imagen forma parte del selecto club de fotografías icónicas que muestran el lado más salvaje del ser humano, y que, de la misma manera, nos enfrenta a un dilema ético complicado.

Bang Bang Club
KevinCarter, Joao Silva y Gary Bernard fotografiados por Greg Marinovich (Katlehong, South-Africa, 1994)

El Bang Bang Club tras 1994

 

 

João Silva fue testigo del asesinato de Ken Oosterbroek y estuvo presente en las dos ocasiones en la que casi pierde la vida Greg Marinovich en Sudafrica.

Tras la muerte de Carter, nada volvió a ser igual. Silva se deprimió bastante, y Marinovich sólo estuvo seis años más fotografiando, cada vez menos conflictos.

Además, en el mismo año se realizaron las primeras elecciones multirraciales.

Nelson Mandela ya estaba en el poder y un ciclo de extrema violencia terminaría por fin para Sudáfrica. Así, el sentido del grupo estaba destinado a desintegrarse.

Ya sabemos qué pasó con los supervivientes Silva y Marinovich, pero si os queda ganas de profundizar más en sus historias, os recomendamos estos contenidos.

No te pierdas...

Libros y documentales sobre el Bang-Bang Club

 

 

“The Bang-Bang Club: Snapshots from a Hidden War”, 2001: Los supervivientes Greg y João relatan con todo lujo de detalles sus desgarradoras experiencias en Sudáfrica, así como los excesos y dilemas éticos a lo que se enfrentaron. Está dedicado a Kevin Carter y Ken Oosterbroek.

“The Bang Bang Club”, 2010: Una película basada en el libro de Marinovich y Silva. Vale la pena echarle un vistazo.

● The Bang Bang Club Trailer HD https://youtu.be/y5HXXh7LEKI?si=h8I5zvTTT21Rn2ST

“The Death of Kevin Carter: Casualty of the Bang Bang Club”, 2004: Cortometraje documental nominado al Oscar que repasa el contexto de los últimos meses de vida de Carter y la historia detrás de su foto más reconocida.

“Ante el dolor de los demás”, 2003: Influida por el polémico trabajo del Bang Bang Club y en especial por la terrible imagen del buitre, la intelectual Susan Sontag escribió este maravilloso libro sobre la fotografía en contextos difíciles, como la guerra, las hambrunas y los genocidios. Repasa desde las representaciones de Goya sobre la guerra hasta las imágenes más contemporáneas del sufrimiento en países como Bosnia, Palestina y Ruanda.

● Documental: LA MUERTE DE KEVIN CARTER 1/3 https://youtu.be/XmCOfnSh8yk?si=rmIm6VpsiSDpREjt
● Greg Marinovich sobre sus días en el Bang-Bang Club https://openthemagazine.com/essays/true-life/tears-of-a-bang-bang-man/
● Bang Bang Club (artículo del New York Times) https://archive.nytimes.com/lens.blogs.nytimes.com/2009/08/20/showcase-38/
● Gerda Taro, valiente y legendaria – Fotonistas
https://fotonistas.com/fotopedia/1900-1940-vanguardias-y-entreguerras/gerda-taro-valiente-y-legendaria/

Hablando de conocer la vida de los fotógrafos que han hecho historia…

¿Sabes que mirar sus fotografías es la mejor manera de que las tuyas tengan alguna posibilidad de hacer historia también?

 

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