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Pocas fotógrafas serían tan polémicas, distintivas e influyentes como la estadounidense Diane Arbus, que como esclarece una de sus hijas, Doon Arbus, amaba retratar “lo prohibido”: aquello que apenas se visibiliza porque no se consideraba bello o moralmente aceptable.

Entre el morbo, la fascinación y la empatía, Diane Arbus desnudó el alma de personas travesti y trans, de trabajadoras sexuales, de quienes, por variopintas condiciones mentales, identidades minoritarias u otras circunstancias, vivían en los márgenes de la sociedad. Dio así con una belleza alternativa y desconocida, conformada por retratos a los marginados o “freaks” (como a ella le gustaba definirles) y a algunas grandes celebridades de la época.

Contradictoria, retorcida, directa y digna de respeto e indignación al mismo tiempo. Depende de a quién le preguntes. Para bien o para mal, así es la obra (y vida) de una de las artistas visuales más relevantes de los últimos cincuenta años.

La mayoría de la gente se pasa su vida temiendo pasar por una experiencia traumática. Los freaks nacieron en el trauma. Ellos ya han pasado la prueba. Son aristócratas.

Biografía de Diane Arbus

Primeros años: Rodeada de arte y riqueza absurda

 

Diane Nemerov nace el 14 de marzo de 1923 en una familia tan rica que jamás les afectó La Gran Depresión. Sería la segunda hija de un matrimonio entre una judía llamada Gertrude Russek y el sovietico David Nemerow, líderes de la cadena Russeks, un gran negocio de almacenes en la Quinta Avenida de Nueva York, fundado por el abuelo polaco de Diane, Frank Russek.

Con un hermano mayor que se convertiría en el reputado poeta Howard Nemerov y una hermana menor, Renée Sparkia, que decidiría ser diseñadora, Diane estaba interesada en la literatura y la pintura desde pequeña.

Fue cercana a las artes gracias a sus padres, pero su relación con ellos era distante porque estaban muy ocupados con sus negocios y oficios artísticos. Su padre era un hipócrita ya que, aunque en público parecía cariñoso, en privado era frío y controlador.

La crianza de los tres recayó entre niñeras y amas de casa, una infancia tan consentida que terminó resintiendo a Diane, deprimiéndose por lo que percibía como una falta de sentido, de que no tenía que esforzarse por nada. Todo lo que pedía se lo daban con un apoyo absoluto hacia cualquier capricho o error suyo.

Esto, así como una grave y extendida depresión que tuvo su madre durante un año, son factores de la infancia de Diane Arbus que ayudan a comprender la posterior tendencia de la fotógrafa hacia actitudes autodestructivas y su interés por los freaks.

1941-1956: Moda, estatus y más insatisfacción

 

Diane llega a sus 14 años cuando conoce en Russeks a su primer amor, Allan Arbus, un trabajador de baja categoría en el almacén de los Nemerov, cinco años mayor que ella. Pese a ser un romance despreciado por la familia, se casan cuando ella cumple 18 años.
En 1941 Diane adopta el apellido Arbus y lo mantiene hasta el final de su vida.

Después de la luna de miel, en ese mismo año Diane tiene su primer contacto con la fotografía gracias a que su esposo le regala una cámara de 35 milímetros.

En este periodo ella abandona sus estudios en pintura, que inició por recomendación de su padre, para dedicarse al nuevo negocio de la pareja: la fotografía comercial especializada en moda, mostrada en revistas como Vogue, Glamour, Look, Esquire y Harper’s Bazaar.

Aunque eran un dúo destacado, la monotonía y la presión del medio cansan a los Arbus ya en los años cincuenta, con Diane abandonando la fotografía para enfrascarse en tareas rudimentarias de estilismo y arreglos del vestuario. Ambos tenían grandes frustraciones artísticas: Allan quería ser actor y Diane quería ser una fotógrafa callejera e intimista, lejos de las presiones de la industria.

Quería conocer todo lo que estaba lejos de su burbuja privilegiada.

 

De estilista para Vogue a “retratista de los marginales”: Así cambió la vida de Diane Arbus gracias a Lisette Model

 

En 1956 se va aislando más y más del estudio y empieza una nueva etapa de experimentación fotográfica.

Dos años después conoce a una de sus más grandes influencias, la modelo y fotógrafa austríaca Lisette Model, quien en plena era macartista ve arruinada su carrera como fotógrafa debido a sus presuntas conexiones comunistas.

Así, Model, ya célebre por el estilo único de sus fotos, ganaría mayor reputación al convertirse en una peculiar docente de fotografía, transición que haría con la ayuda del gran Ansel Adams.

Entre otras enseñanzas, Model incitaba a su alumnado a salir con la cámara sin carrete sólo para entrenar el ojo, que jamás fotografíen a menos que lo observado sea único, y que pensaran profundamente sobre qué querían lograr con este arte. Arbus trabajaba con 35mm y por sugerencia de la docente empezaría a usar el formato medio.
Tanto la docencia como la fotografía de Model impactan sobre Arbus, que sigue la tendencia de la austríaca de buscar la belleza en la peculiaridad, allá donde no se suele explorar.

Diane Arbus con su foto familiar

1956-1960: En busca de la humanidad de los deshumanizados y la rareza de los normales

 

 

El punto de inflexión definitivo vendría en 1959. Se separa de Allan, consolida su independencia y se maravilla con la película de 1932 “Freaks” dirigida por Tod Browning.

La película en su corte original se considera perdida, pues fue tan repulsiva para la sociedad estadounidense de los años treinta que se censuró cortándole bastante metraje, durando sólo poco más de una hora. Es en los cincuenta cuando obtendría reconocimiento como una de las películas más revolucionarias y únicas de todos los tiempos.

Su historia plantea que el verdadero monstruo no son los llamados “fenómenos” sino el ser humano “normal” que los discrimina.

Con esto en mente, más los principios de Model, el duelo por su separación, hastiada ya del superficial mundo de la moda y sintiéndose ella misma como una freak en busca de sus semejantes, se sumergió en los barrios neoyorquinos menos privilegiados de la ciudad.

Es en esta exploración entre 1956 y 1960 donde crea su estilo fotográfico que le haría tan reconocida, descubriendo con miedo y compasión realidades tan opuestas a la suya.

E inicia, asimismo, importantes amistades para el resto de su vida, como la del entonces director de arte de Harper’s Bazaar, el artista Marvin Israel, a través del cual le presenta a Diane los fotógrafos Richard Avedon y Walker Evans, consejeros y amigos clave en la carrera de la neoyorquina.

Como si fuera el inicio de una nueva era, en 1957 Diane Arbus empezó a contar con etiquetas todos sus negativos, hábito que mantiene hasta el final de su vida.

Todo lo que fuera tabú para la sociedad norteamericana, Arbus lo fotografiaba: artistas de circo y del drag, personas con drogadicciones y discapacidades, gentes en burdeles, centros psiquiátricos, albergues de mala muerte y campos nudistas. Cuerpos con enanismo, obesidad y muchos tatuajes.

Había una pizca de rareza oculta en cada quien, una fealdad que ella deseaba mostrar.
Acomplejada por su familia, Arbus explora la idea de las máscaras: Las personas como ella parecían normales, pero no lo eran en el fondo, se sentía con varias caras falsas.

Le fascinó la idea de las distintas caras que muestran las personas dependiendo de la situación, a veces mostrándose rotos e hipócritas o tan sólo como seres muy complejos.

Los freaks, para ella, no tenían máscara. Y había, claramente, humanidad y normalidad en ellos, cualidades que la burguesía a la que pertenecía insistía en negar. El mayor mérito social de esta artista está en que visibilizó gente olvidada por la sociedad, les visibilizó reforzando la rareza y la marginalidad de cada una de tales poblaciones.

1960-1967: Un estilo que marca una nueva era

Para 1962 convierte una Rolleiflex corriente en una de doble lente gran angular, así logró distorsionar el fondo, como si estuviese girando alrededor del sujeto. Como segunda opción usa una Mamiya de 35 milímetros con flash.

El estilo de Arbus se conforma por fotos en blanco y negro de formato cuadrado, donde el sujeto puesto en el centro ve a la cámara directamente. Usaba relleno de flash directo inclusive en retratos de día y en exteriores. Así lograba luces duras, combinadas de un alto contraste y una gran nitidez que realzaba todos los detalles.

Esto conseguía enfatizar la rareza de sus sujetos, y lograba exponer la rareza oculta de las personas “normales”. Estas decisiones técnicas la hacen una visionaria no sólo en el uso del flash sino de un nuevo tipo de retrato de corte humanista, creando así escuela. Un antes y un después.

El enfoque creativo de Diane sirvió para retratar la idiosincrasia estadounidense de los setenta. Tiempos en los que se acumuló una creciente desesperanza y un apetito global por el cambio social.

Así cobran fuerza sus fotos, como la del niño con una granada de juguete, tomada en 1963. Está fastidiado y demacrado, tiene una mano tensa y un gesto facial de intranquilidad. Elementos que captaron el clima del país en plena guerra fría y amenaza nuclear.

Para dar con este tipo de sujetos, los freaks, la fotógrafa generalmente salía de noche y día con su cámara Rolleiflex, buscaba en moteles, parques públicos y manifestaciones. Entablaba conversaciones con quienes gustaba fotografiar, se ganaba su confianza con carisma y empatía, y así lograba pedirles una sesión fotográfica.

Perfeccionó su técnica y su habilidad social entre 1958 y 1960, y en 1961 Arbus presenta su distinguido portfolio de fotografía callejera, a Esquire, —idea dada por Marvin Israel— y logra un contrato con la revista.

En los siguientes diez años publicaría sus fotografías más crudas y emblemáticas, iniciando su reputación como una artista única de la escena neoyorquina. En consecuencia, Walker Evans le ayuda a obtener una beca de la fundación Guggenheim en 1963 y 1966.

Al mismo tiempo que sería criticada como vulgar e inmoral en múltiples ocasiones, aprovecharía su contrato con Esquire para retratar con ese característico estilo a celebridades como Susan Sontag, José Luis Borges, Mia Farrow, Mae West, Jane Mansfield, Blaze Starr, Norman Mailer y James Brown.

1967-1971: El mejor momento para Diane Arbus con “New Documents” y una lenta decadencia personal

El salto a la fama definitivo para Arbus vendría cuando Esquire le abre las puertas a una histórica exposición del MoMA de Nueva York en 1967: “New Documents”, iniciativa dirigida por el curador e histórica leyenda de la fotografía John Szarkowski para mostrar el trabajo fotográfico visionario de Lee Friedlander, Garry Winogrand y Diane Arbus.

“New Documents” pretendía visibilizar un nuevo tipo de fotografía que se diferenciaba de la visión artística tradicional. En palabras de Szarkowski, “una visión que no buscaba cambiar el mundo, sino conocerlo”.

Los sesenta fue la década más prolífica y exitosa para Arbus, es el momento donde obtiene su reputación internacional y divide a la sociedad. Tanto así que cuando sus fotos fueron exhibidas en el museo, cada día les debían limpiar sus vidrios llenos de escupitajos.

Pero en la mitad de la década Arbus va teniendo depresiones cada vez más frecuentes, fuertes y duraderas. Le diagnosticaron Hepatitis B, lo que empeoró su depresión y su aspecto físico.

Ni la depresión ni la Hepatitis B tuvo un tratamiento en condiciones, ya que los medicamentos le caían mal. Probablemente, la fotógrafa contrajo la hepatitis a través del contacto sexual, ya que la vida sexual de Arbus era sumamente activa: Entablaba relaciones con amigos, colaboradores y extraños como aquellos que fotografiaba.

Incluso el gigante judío Eddie Carmel reconoció que Diane se le insinuó en diversas ocasiones. El sexo fue una de las actividades implicadas en su atracción hacia lugares marginados, para sentirse viva y eufórica. Tales escapismos la encerraron poco a poco en un círculo vicioso de infelicidad.

Además, tuvo dos grandes golpes emocionales: En 1967 descubre que Marvin Israel, que había sido su amante durante diez años y un colaborador clave para darse a conocer en el medio, se estaba acostando con la hija mayor de Diane, Doon Arbus.

La artista perdona el hecho, pero en 1969 recibe otra noticia agridulce: Se consolida su divorcio con Allan Arbus, ya que, pese a que estaban separados hace más de una década, eran muy buenos amigos. El fotógrafo se casa con una joven actriz y empieza su prolífica carrera como actor. Su papel más recordado es como el psiquiatra Sidney Freedman en la serie televisiva M*A*S*H.

Pero los problemas acababan de empezar para Diane Arbus.

 

“Untitled”: El último proyecto de Diane Arbus… Y la última cena

 

Diane Arbus siempre aseguraba tener un proceso ético a la hora de fotografiar a sus sujetos, pero se sabe que en varias ocasiones limitó el conocimiento a los sujetos sobre a dónde irían las fotos o qué finalidad tenían, además de conseguir determinadas poses a través del engaño.

Esto le pasó a Viva, una de las estrellas de Andy Warhol, cuando Arbus se dispuso a retratarla cuando apenas estaba despertándose. La fotógrafa la convenció de no maquillarse y que mirara hacia arriba.

El resultado fue una serie de imágenes donde la actriz parecía estar drogada. En consecuencia, el contrato que tenía Viva con Vogue fue cancelado y amenazó con acciones legales, pero lo desestimó por recomendación de Warhol.

No hay manera de certificar con qué frecuencia Arbus abusó de la relación de poder entre sujeto y fotógrafo, pero sabemos que la conciencia al respecto le incomodaba.

Sólo tenemos sus palabras y el silencio de los sujetos que fotografiaba, muchos de los cuales nunca sabremos ni sus nombres, y otros tantos, tienen historias interesantes.

Además, varias de sus fotos obviamente no fueron consentidas porque fueron tomadas a personas con fuertes discapacidades mentales. Prueba de ello fue su último trabajo, quizá el más polémico: “Untitled”, un proyecto de 66 fotografías realizadas entre 1968 y 1971 a personas que residían en instituciones psiquiátricas.

Arbus lo hizo en sus ratos libres, en los que también aprovechaba para llamar a su madre, a Allan, Marvin, Richard, Lisette y otras amistades. Es una etapa donde su depresión sería constante y empezaría a sentir que su arte no tenía sentido.

En julio de 1971, Marvin Israel intenta contactar con ella durante dos dias y al ver que ella no responde, va a su apartamento. Marvin tenía llave al ser una de las máximas amistades de Arbus. Al entrar, descubre que, por desgracia, la fotógrafa estaba vestida dentro de una bañera sin agua. Pero había sangre…

Y tenía signos de descomposición.

Se había suicidado dos días antes, tenía las muñecas cortadas y falleció finalmente por una sobredosis de barbitúricos.
En un escritorio su diario estaba abierto con dos hojas que sólo tenían la fecha de 26 de julio de 1971, el día de su suicidio, y al lado las palabras “La última cena”. Su último negativo conocido tenía el número #7459.

Richard Avedon dio la noticia a Doon Arbus. Pronto, Howard Nemerov, Lisette Model y Alan Arbus, en compañía de sus dos hijas con la fotógrafa, Amy y Doon, de 16 y 26 años respectivamente, viajaron a Nueva York para despedirse.

Durante el servicio funerario, Avedon afirmó que hubiera querido ser una artista como Diane. En respuesta, Frederick Eberstadt murmuró “No, no te gustaría”.

El legado de Diane Arbus: Entre homenajes, más críticas y algunas curiosidades

 

En 1971, mucho se había escrito sobre Diane Arbus, su ética, su complejidad como artista y como persona. Pero su suicidio, como ha pasado con otros grandes artistas, le hizo más famosa de lo que habría sido nunca.

Un año después se exhibe su trabajo en la Bienal de Venecia, convirtiéndose en la primera fotógrafa americana en lograrlo.

El MoMA organizó una exitosa retrospectiva a la que acudieron más de 200.000 personas, exposición que luego llegaría a otros sitios de Estados Unidos, Europa e incluso Japón, Australia y Nueva Zelanda.

Su trabajo también sería presumido en una edición de octubre de 1972 de la revista Ms y se estrena, además, un pequeño documental imprescindible sobre su vida y carrera.

“Masters of Photography: Diane Arbus” entrevista a Doon, Lisette Model, Marvin Israel, el curador de fotografía del MoMA John Szarkowsky, y se oye a la propia Diane en audios de archivo.

Al mismo tiempo, las críticas estarían más presentes que nunca.

Quien resumiría mejor que nadie el desprecio por la obra de Diane Arbus sería la intelectual Susan Sontag, que poco después de su muerte le dedicó una ensayo para analizarla.

Sontag afirma que Arbus era sólo una “cínica voyeur explotadora” que usaba a “gente patética, lamentable y repulsiva” en fotos que no despertaban un real sentimiento de compasión.

No contenta con tales afirmaciones, la escritora norteamericana recalcó que su suicidio la evidenciaba como una egoísta que buscaba el dolor para sus propios intereses: “De esta forma parece garantizar que su trabajo es sincero, como si demostrara que las fotografías habían sido un peligro para ella”.

El legado de Arbus quedó en menos de sus dos hijas con Allan, la escritora Doon (nacida en 1945) y la fotógrafa Amy (1954). Doon se asesoró con Israel para administrar el legado de su madre, ya que Amy era todavía una menor de edad en 1971.

Las hermanas han sido muy celosas con la historia familiar, por lo que casi no existen exposiciones autorizadas ni biografías. Es más, ninguna biografía, autorizada o no, puede tener fotografías de Diane Arbus.

En 1980 se estrena “El Resplandor”, película de Stanley Kubrick que presenta brevemente a unas tenebrosas gemelas inspiradas en la icónica foto “Identical Twins” de 1967.

En 1992, 21 años después del suicidio de su madre, Amy Arbus le rindió tributo con una serie de fotografías de desnudo artístico, posando en una bañera. Un proyecto que hizo con la asesoría de Richard Avedon en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York.

Finalmente, las Arbus autorizan y colaboran en el excelente libro y exposición “Reveletions” del 2003, que contiene fotos de 1956 a 1962, varias nunca antes publicadas.

Hollywood se hace eco del renovado interés en Arbus y estrenan en 2006 la película romántica “Fur: An Imaginary Portrait of Diane Arbus”, con Nicole Kidman haciendo de la mencionada artista en una versión que como dice su mismo título dice, recrea y ficcionaliza la vida de la mujer.

Ya en 2019 el dramaturgo australiano Stephen Sewell estrenó la obra de teatro “Arbus & West”, que ficcionaliza su encuentro con Mae West, que como Viva, quedó humillada por las capacidades de la fotógrafa de “sacar la fealdad” de las celebridades.

Lo que queda claro es que el legado de Diane Arbus sigue vigente y su influencia es incalculable.

Sólo en sus últimos quince años de vida se apasionó por la fotografía, en sus últimos nueve disfrutó de su propio estilo y sólo cinco años pudo vivir para presenciar su reconocimiento. Cambiaría la fotografía para siempre al priorizar una sola necesidad, que ella expresaba así:

“Mis fotos simplemente buscan el espacio entre lo que alguien cree que es y lo que ese alguien es en realidad”.

Como su arte, Diane Arbus fue compleja y contradictoria, llena de contrastes y máscaras. Simpática pero depresiva, con cara de niña ingenua pero en realidad, con una mente más clara, madura y visionaria que nadie más en su momento.

Descubrió y visibilizó partes de la existencia humana que nadie más quería reconocer, mostró la rareza de los normales y la humanidad de los apartados por la mayoría. Se ganó el apodo originalmente despectivo de “fotógrafa de los marginados” pero que hoy podemos reivindicarle ese título con mucho cariño.

Diane-Arbus-en-el-parque-Tompkins-Square-de-la-ciudad-de-Nueva-York-en-1967

Preguntas frecuentes

¿Quiénes son las influencias de Diane Arbus?

Su hermano Howard Nemerov, Allan Arbus y Lisette Model fueron importantes para introducirla al mundo artístico. En cuanto a su estilo, se dejan entrever influencias fotográficas de Lisette Model, Berenice Abbott, Walker Evans, Robert Frank, Alex Brodovitch, August Sander y Weege.

¿Qué libros hay sobre Diane Arbus?

Existen al menos tres obras imprescindibles sobre la artista. “Diane Arbus” de 1984, biografía escrita por la periodista Patricia Bossworth, una de las más completas y fiables hasta la fecha. “Untitled “de 1995, recopilación de las fotos de su último proyecto. Y “Revelations”, fotolibro del 2003 con escritos e imágenes inéditas.

¿Cómo era su estilo?

Fotos en blanco y negro de formato cuadrado, con alto contraste, el sujeto en el centro y abundante nitidez, una composición en apariencia sencilla pero que involucraba, a menudo, un alto grado de intimidad con sus sujetos.

¿Por qué se interesa por las comunidades y minorías marginadas de su época?

“Mi cosa favorita es ir hacia donde no he ido”, dijo una vez Diane Arbus, quien sentía curiosidad desde niña por todo lo que le prohibieron. Se le impuso la idea de que había sitios donde ni siquiera una “respetable mujer promedio” debería visitar. Su rebeldía y la constancia de ser una mujer diferente la hizo explorar estas realidades ajenas, de esta forma se reveló al sistema y lograba sentirse libre.

Hablando de conocer la vida de los fotógrafos que han hecho historia…

¿Sabes que mirar sus fotografías es la mejor manera de que las tuyas tengan alguna posibilidad de hacer historia también?

 

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